Thursday 6 September 2012

Eternal sunshine of the spotless mind

Cuando era aún una niña recuerdo entonar una vez tras otra el Poema 20 del gran Pablo Neruda: no entendía realmente el significado, pero es innegable que se trata de un texto precioso, de ritmo cautivador, de palabras a la vez familiares y repletas de un innegable sentido místico. Se trata de una poesía embriagadora que te invita, incluso te fuerza, a repetir sus versos y verte transportado por el ritmo. Sin embargo, y aunque hoy en día sigo apreciando enormemente las palabras del poeta chileno, sólo uno de sus versos (que todos conocemos) retumba en mis oídos una y otra vez y se erige en verdad universal: "Es tan corto el amor, y es tan largo el olvido". 

Podría decirse que esto enlaza directamente con mi entrada anterior: soy una persona a la que le resulta extremadamente difícil olvidar a todo aquel individuo con el que he mantenido algún tipo de relación. Y es aun peor cuando esa persona se mete en tu corazón, te llega al alma y, aun no siendo consciente de ello, la muy condenada se niega a salir. Y tu sabes que es necesario, que para salir adelante y seguir con una vida normal, no te va a quedar mas remedio que olvidarle. ¿Y en qué consiste olvidar? Todos los días me levanto y me digo con determinación "esto no puede seguir así, todo eso pasó hace mucho y acabó, no seas tonta". Y como siempre, la teoría está a años luz de la práctica. Basta una sonrisa de un barbudo en Malasaña, la risa loca de un niño, un concierto al aire libre frecuentado por "perros flauta", un articulo en el periódico del que podríamos haber hablado durante horas, una ola que rompe con mayor intensidad que sus hermanas... para traerle de nuevo, como por arte de magia, a mis recuerdos. 

E inevitablemente recordar la forma en la que me besaba la frente, la mañana en que decidí prescindir de mi sempiterno flequillo y apartó aquellos cabellos que osaban invadirla, la forma en que todo a mi alrededor se difuminaba cuando el me decía que todo se iba a arreglar. Y resulta que nada se ha arreglado... Recordar cómo acariciaba, como distraído, mis piernas o mi espalda, sin darse cuenta del placer que yo sentía. Cómo mimaba mi cuello y me dejaba jugar con su nariz. Echo de menos sus labios, que no me cansaba de toquetear como un niño recién nacido que descubre el mundo poco a poco. Aun echo de menos esos labios, esa sonrisa al aire, esos dientes traviesos, esas manos regordetas que me hacían sentir mas segura, esas orejas que aprendieron a quererme, incluso a pesar de que su dueño no lo hiciera. 

Y no, no consigo olvidar lo feliz que me hacía el sentir que alguien pensaba en mi, que alguien se preocupaba por mi, que alguien disfrutaba (y buscaba!) mi compañía. Lo feliz que me hacia tener la oportunidad de descubrir a alguien en apariencia tan distinto, y en el fondo tan paralelo. Escuchar sus historias, protestar sus correcciones, provocarle con mis criticas, buscar ansiosamente su aprobación, disfrutar de su risa, planear sorprenderle, inventar tonterías que avergonzarían al resto del mundo, reñirle sabiendo que minutos después me comería a besos, no tener la necesidad de pasar cada segundo con el para así después tener mas aventuras que contarnos...

Ignoro aun si le quise, tiendo a vivir todo com mayor intensidad de la debida, y soy consciente de que no transcurrió el tiempo suficiente como para que mi corazón se rindiera de manera tan estrepitosa. Y en todo caso, me aferro a las palabras de Don Pablo y me convenzo de que el amor es corto. Sin embargo, me resulta extremadamente duro siquiera vislumbrar el momento en el que le olvide. ¿Será progresivo, como ocurre con la gente que abandona este mundo para siempre? ¿Ocurrirá de forma súbita, cuando sea capaz de escuchar ciertas canciones y pensar en ciertas cosas sin que su imagen invada mi pensamiento? Lo reconozco, ansío ser Jim Carrey en "Olvídate de mi": caer en una anestesia profunda y levantarme con la fuerza de comerme el mundo sin que su recuerdo me paralice, aunque sea únicamente durante dos milésimas de segundo. Y esperar a que alguien nuevo vuelva a remover mis cimientos con el simple gesto de acariciar mi pelo...